Pesqueira nº 341 o de Pedra Furada
Como verdaderos colosos de piedra anclados en las márgenes del padre Miño se levantan las “pesqueiras”, construcciones realizadas para la captura de la reina de nuestros ríos, la lamprea.
El Miño fue, desde siempre, una de las grandes fuentes de recursos para las poblaciones ribereñas. Truchas, salmones o lampreas se capturaban desde las pesqueiras en “nasas” y “vituróns”, como medio de sustento y complemento de la economía familiar.
Pero, sin duda, el bien más preciado que nos ha ofrecido, y todavía sigue ofreciendo, el río Miño es la lamprea. De sobra es conocida su importancia desde la antigüedad en la mesa de los emperadores romanos, haciéndolas llegar vivas desde Galicia hasta Italia.
Sin embargo, no será hasta la Edad Media cuando se tenga documentación fidedigna de este tipo de edificaciones, momento en el cual se recoge la titularidad de las pesqueiras y el pago de rentas e impuestos en forma de lampreas a monasterios como los de Melón y A Franqueira, así como a ciertas casas feudales de la zona.
En la actualidad, tres son las pesqueiras rehabilitadas en el municipio de Salvaterra de Miño, las cuales parten desde la desembocadura del río Tea, siguiendo el paseo fluvial desde la fortaleza de Salvaterra, río arriba y hasta la frontera con el municipio de As Neves. Las tres pesqueiras son las de Maximina, la de A Bucheira y la de Mon, construcciones pétreas que fueron rehabilitadas en el año 2015.
La mayor parte de las pesqueiras tienen nombre propio y su explotación pasa de padres a hijos por herencia familiar.
Con más de 20 metros de longitud cada una y entre los 3 y 5 metros de altura, los “poios” o muros parecen grandes murallas que se asientan en el lecho del río. Entre las piedras de los “poios” quedaban amarrados los “vituróns”, grandes redes cónicas, donde las capturas entraban, pero no eran capaces de volver a salir.